lunes, 6 de septiembre de 2010

MI MADRE


En esta vida, sólo existe un crisol incomparable,
una prenda invalorable, un sabor indescifrable.

Dulce, dulce como la miel, que a pesar de ello no puedes más
y quieres volar, volar, lejos, lejos, por la fuerza heredada de tu ser.

Madre, madre mía, te extraño, te extraño tanto, como si fuera ayer,
como si hiciera sólo un instante que dejé de sentir tu calor.

Ese amor maternal, sin igual, esa fuerza casi celestial que me dabas
al mirarme, al tocarme o acariciarme y yo, yo siempre queriendo andar, andar.

Buscando que cumplir en este mundo con la razón de nacer y vivir
hasta cumplir con ese designio de ser producto divino de tus entrañas.

Sin Nembargo cuanto tiempo perdi, oportunidades de estar contigo,
gozando, gozando de tu amor, madre, madre mía, sólo Dios sabe.

Si perdí o sólo cumplí como ser con mi razón de vivir, vivir,
después de nacer, traído por ti para hoy extrañarte y quererte más y más.

Ese amor semejante al dulce de la miel que ansiamos consumir
, finalmente es imposible seguir y tenemos que continuar con nuestro vivir.

Jamás, jamás se olvida ni se dejará de ansiar nacer, ser niño otra vez,
solo, solo para sentir tus caricias y volver, volver a ser feliz otra vez.

Madre, madre mía donde estés
tu hijo te extrañará y querrá más y más …

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